El documento conclusivo de Aparecida nos dice que, para poder cumplir con esta meta, es necesaria una renovación pastoral y esto significa “la renovación de las parroquias como motores dinamizadores de la acción de la Diócesis”, reformular sus estructuras para que sean una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos misioneros en comunión (DA 172).
Es desde aquí donde nace el deseo y el llamado del Espíritu a realizar la Pastoral Orgánica. La parroquia presidida por el Párroco, en unión con su Obispo, debe conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que todas las áreas y grupos de la parroquia se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio (Cf. DA 169). Este plan pastoral que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos.
Este plan pastoral, que se convierte en nuestras orientaciones pastorales, solo será eficiente si cada agente de pastoral, cada pequeña comunidad cristiana, cada área de pastoral, cada grupo, se inserta activamente en la pastoral orgánica que desde la parroquia dinamiza el acontecer y el crecimiento de la Diócesis. Cabe destacar que, tener un plan pastoral y renovar las estructuras no es suficiente si no somos Agentes Pastorales con un Espíritu nuevo; “A vino nuevo, odres nuevos”. Es así como la renovación nos exige ser Hombres y Mujeres Nuevos, según nos enseña San Pablo.
Pablo VI en su Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi” en el numero 36 nos dice: “La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de las personas, menos opresivas y menos avallasadoras; pero es consciente que aún las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen”. Continua diciendo “pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio”.
Es por eso que este cambio interior debe estar en primer lugar en los agentes pastorales, tomando en cuenta que la “finalidad de la evangelización es este cambio interior y, si hubiese que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia Evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del mensaje que proclama trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos”.
Todo esto nos exige el testimonio personal en todos los aspectos de la vida individual y comunitaria. Ponemos este plan pastoral en manos de María Santísima, la Madre del Divino Pastor, para que ella nos lleve de la mano a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.